LA RIADA DE BADAJOZ, CÓRDOBA Y SEVILLA DE 1876. (Primera parte).

La revista La Ilustración Española Y Americana publicaba el 22 de diciembre de 1876, cinco grabados referentes a la riada que hubo en Badajoz y otros tres más entre Córdoba y Sevilla, también nos narraba los acontecimientos sucedidos, donde priorizaba a Badajoz sobre las otros dos ciudades en relación con la catástrofe sucedida, en los textos que he puesto tal cuál salen en la publicación se puede observar algún error pero que no afecta para nada a lo ocurrido, también os pongo textos que documentan los episodios tanto de Badajoz como los de Córdoba y Sevilla, algún pueblo de Andalucia, y también los ocurridos en algunas poblaciones portuguesas como Mértola y Alcoutim etc, todos ellas entre sí ayudan a la comprensión de lo que pasó a primeros de diciembre de 1876, hace hoy 142 años de la mayor riada ocurrida en la Península Ibérica, dónde las crecidas de los ríos Guadiana, Guadalquivir y Tajo, recordemos que en estas fechas no existían las grandes presas y pantanos y fueron las riadas más importantes y catastróficas a fecha de hoy día, según se dispone de documentación referente al respecto, algún documento es de días posteriores a la famosa crecida y otros de unos años después, destacan el enlace que os pongo abajo de como el cronista de Sevilla documenta lo sucedido con detalle, o una carta enviada desde Córdoba a Roma que también detalla el suceso, y los datos portugueses traducidos por un servidor al  castellano. Siento que el texto sea tan extenso, pero he cogido lo que he estimado más importante sobre el suceso.

En las imágenes podéis ver los cincos grabados de Badajoz, los otros que menciono de Córdoba y Sevilla, la placa que se puso en Mértola Portugal, y sobre todo los azulejos que había en muchos puntos de la ciudad, estos fueron colocados para recordar la linea de  donde habían llegado las aguas esa fatídica noche del 7 de diciembre de 1876, esos azulejos están hoy día desaparecidos exceptuando el que existe en la Puerta de la Trinidad, había otro en la calle Eugenio Hermoso Nº 5, la parte baja de la calle las Peñas como se la nombraba, esa casa perteneció a los abuelos paternos de un servidor, había muchos más repartidos por varios sitios, el de Puerta de Palmas, desapareció en la última reforma, poniendo uno moderno de mármol suplantando al antiguo.También pongo foto de como quedo el Puente de Palmas de destruido, y otra anterior de la catástrofe,en 1867 junto con un grabado del Siglo XVII de Israelí Silvestre "El Joven".

En la segunda parte daré más datos, pero solamente relacionados con Badajoz, y los daños que hicieron junto con el Guadiana, el rio Gévora y los arroyos Rivilla y Calamón.


José Antonio Hinchado Alba.


(1876). GRABADOS.—Inundaciones en Badajoz, Córdoba y Sevilla, por desbordamiento de los ríos Guadiana y Guadalquivir. —Badajoz : Casa donde nació Godoy , en la calle de San Agustín ; Aspecto de las calles de las Peñas y de la Trinidad, cinco días después de la inundación ; Vista de la Puerta de las Palmas ; El Puente de las Palmas después de la avenida. (Croquis de don Serafln de Uhagon.)—Aspecto de la calle del Rio después de la inundación. (Croquis de D, Felipe de Checa.)


(1876 La Ilustración Española y Americana). INUNDACIONES EN LAS PROVINCIAS DE BADAJOZ, CÓRDOBA Y SEVILLA:  

Ocurren algunas veces sucesos tristísimos, verdaderas catástrofes por sus deplorables consecuencias, que dejan imperecedera y dolorosa memoria en los fastos de los pueblos: tales han sido las inundaciones habidas recientemente en las provincias de Badajoz, Córdoba y Sevilla, por desbordamiento de los ríos Guadiana y Guadalquivir, á consecuencia de abundantes lluvias. 

No tenemos la pretensión de ofrecer á nuestros lectores una crónica detallada y completamente exacta de los hechos, ni sería posible hacerla en reducido espacio ; tratamos sólo de presentar un bosquejo general de la catástrofe, y de explicar los grabados que publicamos en la plana primera y en las págs. 380 y 381. 

Ante todo, permÍtasenos manifestar un hecho que nos ha causado viva extrañeza, ya que no profundo asombro: de Córdoba, de Mérida, y especialmente de Badajoz, se nos han remitido dibujos y croquis del natural, relativos á las inundaciones, tantos y tan adecuados casi todos á los fines de nuestro periódico, que nos hemos hallado verdaderamente indecisos en la elección ; pero de Sevilla, ciudad que cuenta con muchos más elementos artísticos que las tres anteriormente citadas; que tiene gloriosísimas páginas en la historia del arte, y que hoy blasona de poseer una renombrada Escuela especial de Pintura y Escultura y un rico Museo de Bellas Artes; de Sevilla, decimos, no hemos recibido siquiera un mal diseño alusivo á acontecimientos que tanta impresión han debido causar en el ánimo de sus habitantes; y esto no sucede únicamente ahora, sino que ha ocurrido también en otras ocasiones señaladas, cuando en aquella ciudad se han desarrollado acontecimientos políticos y locales de importancia. 

Lo sentimos vivamente, porque nuestras invitaciones, repetidas veces hechas en las columnas de este Semanario, á todos los artistas iban dirigidas, y así lo comprendieron los que han tenido la bondad de remitirnos dibujos y croquis referentes á otros sucesos de menor importancia ocurridos en varias localidades de la Península, y aun del extranjero, y de los cuales, merced á tan franca y eficaz ayuda, hemos dado noticia tan exacta y en tan breve plazo como nos ha sido posible. 

Por fortuna, en la ocasión presente ha suplido la falta , con una actividad digna de todo elogio, nuestro aprecíable corresponsal en aquella ciudad, el señor don Ramiro Franco, remitiéndonos fotografías y datos precisos para llenar cumplidamente tal vacío. 

¿ Qué hemos de decir ahora acerca de la inundación que ya no sepan nuestros lectores ? 

El grabado que damos en la plana primera, según croquis del Sr. D. Felipe de Checa, y los que figuran en la parte inferior de la pág. 880, hechos con sujeción á otros croquis de D. Serafín de Uhagon, muestran los estragos que ha ocasionado en Badajoz el desbordamiento del Guadiana: calles, plazas y campos inundados; casas destruidas; el histórico puente de las Palmas quebrantado y roto, con pérdida de siete ojos; arrastrada por la corriente la única vía férrea que enlazaba á Portugal con España, y cuya reparación es de urgente necesidad. 

El grabado señalado con el núm. 1 en la plana primera índica el estado en que quedó, á consecuencia de la inundación, la casa donde vio la luz del mundo el célebre Ministro de Carlos IV, D. Manuel Godoy, príncipe de la Paz, y la cual es hoy un montón de ruinas. 

En Córdoba (véase el primer grabado de la misma pág. 880) desbordado el Guadalquivir, llenaron sus aguas toda la parte baja de la ciudad y los campos inmediatos. 

En Sevilla (véanse los grabados de la pág. 381), el mismo caudaloso rio inundó por completo el barrio de Triana en la mañana del 8, penetraron luego las aguas en las calles de Gravina, Castellón, San Vicente y otras muchas, llenaron el barrio de Humeros hasta llegar en algunos puntos á los balcones de los primeros pisos; extendiéronse más tarde por el campo de Capuchinos, y formaron inmenso lago en la Alameda de Hércules, en el barrio de la Macarena, en el de San Lorenzo, y en 

todas las calles y plazas comprendidas en aquella zona. Mientras tanto, la ciudad estaba á oscuras, porque las aguas habían inundado también la fábrica para el alumbrado por gas, los vecinos pedían socorro con lastimeras voces, y lanchas y balsas tripuladas por hombres animosos bogaban por las calles, prestando auxilio á las personas más necesitadas. 

Durante el dia 9, el cuadro que presentaba Sevilla era desconsolador, y todos los habitantes se hallaban dominados por el espanto : las corrientes que circulaban por las principales calles citadas asemejábanse á un caudaloso rio; el agua habia llegado en varios sitios á más de dos metros de altura, penetrando por los balcones en muchas casas, y extendiéndose hasta las calles de O'Donnell, San Acacio, y gran parte de la de la Sierpe. 

Inmensas son las pérdidas sufridas á consecuencia de esta calamidad: muchas casas se han desplomado, y muchas más han sido denunciadas como ruinosas; el muelle está quebrantado en varias partes, y su reparación será difícil y costosa; grandes almacenes del comercio, inundados por las aguas, acusan pérdidas de gran consideración. 

Dícese á última hora que se ha hundido el convento de Arrepentidas, aunque afortunadamente no han ocurrido desgracias personales. 

Así como no hay memoria de haber sucedido en Badajoz una avenida tan desastrosa desde el año 1603, tampoco Sevilla registra en sus anales un acontecimiento semejante desde mediados de la centuria última.—V.


Esta crecida fue descrita por el poeta de la época, Adolfo Vargas:

Es seis de diciembre, noche triste

Noche tan tenebrosa e impotente

Que del manso Guadiana la corriente

Forma de infierno por doquier reviste.

Badajoz de las olas al embiste

Una catástrofe presiente,

La antigua Pax Augusta, al duro imperio

Del airado raudal gime abatida,

Y de la oscura noche en el misterio

No tiene la ciudad otra salida,

Que aquella que conduce al cementerio...


(2010). Fernando de la Iglesia Ruiz.

El Guadiana se fue, ha llegado el océano: Estas fueron las palabras del telegrama con las que informaba el alcalde de Badajoz a Madrid sobre la terrible inundación que tuvo lugar durante los días 6 y 7 de diciembre de 1876.

Cuatro días consecutivos de lluvia a mares, hasta el punto de creer que era otro diluvio universal; cuatro días lloviendo incesantemente. Las calles desiertas, los comercios cerrados a las primeras horas de la noche, las gentes presagiando grandes catástrofes, las sombras de la noche aumentándose con las sombras de la desgracia, las tímidas luces de las farolas parecían cirios funerarios que iluminaban un gran cadáver, el cadáver de la ciudad.

Tres años de sequía y de malas cosechas, y cuando viene el agua, que tantas esperanzas prometía, se convierte en calamidad.

Badajoz parecía un puerto de mar, incomunicada excepto por Puerta Pilar. Desde el castillo, hasta donde la vista alcanzaba, todo era mar. El Guadiana llegó a alcanzar los 11 kilómetros de anchura en algún sitio. El “insignificante” Rivillas cubría hasta las copas de los árboles de la carretera inmediata a la muralla. El agua había rebasado las murallas de Badajoz. Los más ancianos no habían visto una inundación igual.

El agua, entrando por la puerta Trinidad, ha inundado la calle de este nombre y la que por entonces se llamaba de Peñas, actualmente Eugenio Hermoso, convirtiéndolas en un río, cubriendo casi las puertas de las casas. Se tenían que salvar con barcas a muchas familias, desplomándose varias casas y están próximas a caerse algunas más. Algunos vecinos estaban tan obcecados en no salir de sus casas a pesar de estar inundadas, que fue necesario vencer su resistencia a la fuerza.

En la parte del río y en la calle de este nombre, ha subido el agua hasta cerca del convento de Santa Ana, inundándose muchas casas, de las cuales se han derrumbado tres y otras están en peligro de venirse al suelo. En la calle de San Agustín se han hundido dos casas y otras tres en la de Morales.

El puente de Palmas ha desaparecido en parte; siete arcos han sido arrollados por la corriente. Puestos sobre la muralla contigua a la perta de Palmas, cuanto la vista alcanza en dirección a Portugal, es agua.

Son más de 100 las personas que habiendo quedado aisladas en los cortijos y casas de campo de esta ciudad que han podido salvarse gracias al esfuerzo de los barqueros y pescadores. De los molinos harineros del Guadiana situados más abajo del puente, sólo han quedado ruinas. Únicamente quedó el que construyó Mr. Passot.

Ante la imposibilidad de comunicarse con la estación de Badajoz, al otro lado del río, el gobernador hizo anunciar que entregaría una suma de consideración a los que se prestasen a cruzar a la estación, a fin de saber si existían comunicaciones con Madrid. Un padre y un hijo que hicieron la travesía, después de mil penalidades, fueron recompensados el padre con 50 duros y el hijo con 10.

Toda la línea férrea desde Badajoz a Don Benito estaba cubierta de culebras de agua y otros reptiles y de tortugas, hasta el punto de constituir una capa por encima de la que tuvieron que pasar lo trabajadores.

Mucho tiempo tardaría Badajoz en volver a la normalidad, ya que a pesar de las promesas iniciales, el puente de Palmas estuvo inutilizado durante años. Estaba así incomunicada la estación con la población, haciéndose el servicio por medio de barcas, al precio de 2 reales las personas. Incluso Alfonso XII, en su visita a Badajoz, del 4 de febrero de 1879, tuvo que atravesar el río en una barca con toldo de cristal y empavesado con los colores nacionales, unida por una maroma con la otra orilla.


(Publicado el 3 de diciembre ALGARVE PERIÓDICO 1976) 

... El viejo, pueblo pequeño e histórico de Alcoutim, pagado caro, hace un siglo, lo que una vez que se ha dado la vida y la importancia, por lo que sus codean con las principales ciudades en el preciso lugar donde la navegación a vela, condicionada por el régimen fluvial y de los vientos, hacía punto (parada forzada de la calle, seis horas aguardando el giro de la marea).

La razón principal de su existencia y de la importancia y que desempeñó, hizo pasar, hace un siglo, aquella a la que los árabes llamaron Alcatián, por días de verdadera preocupación y angustia. Es a ese acontecimiento que nos referimos, basado en documentos varios y en la tradición oral.

En la época invernal, los ríos engrosan los caudales y muchas veces desbordan, inundando los terrenos marginales. En las regiones planas, lluvias y deshielos originan inundaciones que alcanzan grandes superficies. Cuando corren junto a terrenos montañosos, poseen lecho más profundo y consecuentemente soportan mayores volúmenes de agua; sin embargo aunque con menor frecuencia, también saltan hacia los terrenos marginales, fertilizándolos pero causando pánico y perjuicios.

Alcoutim, en la margen derecha del caudaloso Guadiana, que por aquí corre entre cerros, sirviendo de línea divisoria de los dos países ibéricos, definitivamente acordada en 1297, en el Tratado de Alcanises, y en la confluencia de la ribera de Cadavais, siempre sufrió el efecto de las inundaciones, recientemente insignificantes y más espaciadas, para lo que ha contribuido a la construcción de represas en el país vecino.

De todas, una alcanzó un nivel bastante elevado, a tal punto que su altura quedó grabada en dos placas de mármol: una en la fachada principal de la Iglesia de la Misericordia y que tiene la inscripción: A esta altura llegó la inundación del Guadiana el día 7 de Diciembre de 1876. Y la otra en el edificio que sirvió de cadena, conocido por Cadena Vieja y que dice: CMA - 1876. Placas de la misma naturaleza encontramos en la villa de Mértola y en Vila Real de Santo António. 

Se quedó esta inundación conocida entre la población por Llena Grande. Si se quedó grabado en la piedra, mucho más quedó en la memoria por quien pasó por días tan preocupantes.

Es a menudo que los visitantes, principalmente extranjeros, atrapan su mirada en esos marcos indicativos de tan grande y nefasto acontecimiento, admirando y llegando incluso a poner en duda la veracidad del hecho.

Se le transmitió a los hijos, en noches frías de invierno, junto a las chimeneas locales aprovechado entonces para disertaciones de carácter educativo y práctica de vida, poniendo de relieve los malos y buenos momentos y reacciones consecuentes. Algunos de estos datos estarán distorsionados por el transcurso de los años y por la fragilidad de la memoria de quien ya ronda las ocho décadas.

El "Portugal antigua y moderna", se refiere al hecho, de la siguiente manera: El Guadiana se elevó a una altura que no hay memoria. En España destruyó los puentes de Mérida y de Badajoz, fechando la primera del tiempo de los romanos; en Mértola entró en el piso noble de los Paços do Concelho a una prodigiosa altura y, hasta el mar, causó grandes perjuicios, sobre todo en el Pomarão, donde arrasó todo el pueblo que allí había hecho la empresa de la Mina de S. Domingos. 

En el "Diaria de la mañana" del 17 de diciembre de aquel año, se lee lo siguiente: Fue horrible la llena del Guadiana. Alcoutim está casi sumergido, abatiendo muchas casas. Se ha destruido la Aduana y muchas oficinas públicas.


(2007). En la actualidad, quien recorre las poblaciones ribereñas del "gran río del Sur" encuentra una serie de placas que atestiguan la altura, casi increíble, que las aguas del Guadiana tomaron en aquellos días, sea en Mértola, Alcoutim o en la orilla española. La prensa de la época, a través de corresponsales locales, no dejó de noticiar tan nefasta tragedia.

La "Gazeta del Algarve", un periódico publicado en Lagos, en la edición del 13 de diciembre de 1876, citando al corresponsal de Alcoutim, en carta fechada el 6 de ese mes, señala que "El Guadiana hace 3 días que trae una corriente espeluznante y, devastadora - mide la velocidad de 11 millas por hora y ha inundado completamente todos los campos marginales ». El periódico menciona igualmente que «el Pomarón desapareció. Todas las casas fueron arrasadas, y ni se conoce el lugar donde existían. La estación telegráfica desapareció también, y la mesa de ella dio a los márgenes de Ayamonte. En Alcoutim hubo pérdidas considerables, los campos están debajo de agua, que entra dentro de la villa en muchas casas y patios. Las carreras de vapor se interrumpieron ».

En la edición de 17 de diciembre, se enfoca la gran tragedia, transcribiendo desde el "Comercio del Sur" (Faro) la narración de los acontecimientos: "El día 7 recibimos la" la siguiente comunicación de José Francisco Bravo de Alcoutim, "una exposición sencilla, pero verdadera de los horribles estragos e inmensas inquietudes de que todos nosotros por aquí nos hallamos poseídos por los efectos del extraordinario temporal que hace bastantes días nos ha perseguido, llegando ahora a un grado más alta. El río salió fuera de su lecho. Desde ayer de las 10 horas de la noche, siguió a pasos agigantados y asustadores que hoy a las 10 de la mañana llega, pero de un modo aterrador, a la plaza pública de esta villa (Alcoutim) - 30 metros más que antes del principio las viviendas de ella. Todo aquí se ve en desorden, todos dejan ver en el semblante el miedo por la tempestad que amenaza surfearnos. Espesas nubes tumban el horizonte y todas las señales nos parecen anunciar próxima y más gruesa nueva tormenta ».

Y de hecho así fue. "En la fecha de 8 nos dicen de la misma villa lo siguiente: Son las 10 de la mañana y la mayor parte de esta villa está bajo el agua. No hay por aquí noticias del Guadiana haber engrosado tanto como en esta ocasión. La iglesia matriz está ya media cubierta y la línea telegráfica está sumergida. Tienen abatido gran número de casas, aunque éstas todavía no se ve en la totalidad. Todas las reparticiones fueron la tierra, la aduana fue la que sufrió más porque no se ahorra un solo papel y se supone que no quedarán ni vestigios de ella. En Mértola también la llena fue asustadora haciendo caer bastantes casas y causando subidos daños ».

De algunos puntos, subraya todavía ese periódico, «se han visto arrastrados por las aguas algunos cadáveres humanos -una mujer agarrada a un tronco de un árbol, un niño de tierna edad en una cuna y un hombre». A estas pérdidas de vidas humanas, se juntaron las tripulaciones de varias embarcaciones, que fueron arrastradas por la corriente y naufragaron (11 muertos).

La gravedad de los acontecimientos dominó también la Sesión del Ayuntamiento de Alcoutim, de 21 de diciembre de 1876, también privada de un edificio propio, que se reunió en una sala provisional, donde «el Sr. Presidente José Joaquim Madeira relató los tristes acontecimientos ocasionados por la extraordinaria que se extiende desde el Río Guadiana en los días 6 y 7 de la corriente que hizo caer más de 60 edificios en esta villa y montes del río, haciendo también infructuosas todas las haciendas marginales por haberle arrebatado la arboleda, no dejando más que montes de arena. En este aflictivo estado es de toda urgencia emplear los medios a nuestro alcance para que sean minados tan tristes efectos en asunto de tanta magnitud.

Se decidió entonces a representar al gobierno, pidiendo un préstamo para poder levantar los edificios que se abatieron por la inundación, así como pedir el dinero existente en el cofre de vía municipal y que a él pueda pertenecer durante los diez años siguientes para la edificación de los nuevos "Paços do Concelho". Y finalmente «que no siendo conveniente la edificación en el lugar en que se hallaban por estar sujetos a las inundaciones del río se representase pidiendo el castillo, donde sin temor de las inundaciones se pueden construir no sólo los Paços do Concelho como las demás reparticiones y escuelas». Estas solicitudes de ayuda tendrían efecto, y en la sesión de 17 de marzo de 1877 se concedieron los primeros apoyos para la reconstrucción de las viviendas, por un total de 9. 926 000 reis. Estas no deberían ser reconstruidas en taipa,

En la sesión de 24 de abril del mismo año se asignan más de 19. 470 000 reis a los agricultores de los márgenes del Guadiana, de un total de 147, cuyos nombres y cantidades se encuentran discriminados en el Acta de esa sesión. También se han concedido 500.000 reis "para matar el hambre y el frío a los inundados". A pesar de las terribles consecuencias de la inundación, ésta permitió poner a descubierto innumerables vestigios arqueológicos a lo largo del río, particularmente en Mértola, Montinho das Laranjeiras y Álamo, lugares poco después excavados por el arqueólogo algarvado de la Veiga.

A los 130 años, la memoria de la llena se reparte esencialmente por los documentos de entonces, sean periódicos o Actas de Vereación, impregnadas de desolación y terror, y por las placas de mármol fácilmente observables un poco por todo el valle del Guadiana. En la memoria de los hombres, la gran llena no pasa hoy de un hecho pasado e inalcanzable para muchos, en nuestros días. 

Sin embargo, y si es verdad que la represa del Alqueva permitió, junto con sus congéneres españoles, dominar de cierta forma al Guadiana, conviene no olvidar que, si están completamente llenas, la inundación aguas abajo será inevitable. Al final, las muchas represas del Duero no debelaron las inundaciones de las zonas ribereñas de Gaia y de Oporto ...

Por estas razones, los márgenes del Guadiana no deben ocuparse, so pena de lamentar una nueva de la catástrofe. Al igual que las sequías, las inundaciones son fenómenos cíclicos normales en nuestro clima, queramos o no. 

Aurelio Nuno Cabrita. (Portugal).


(2007) João Francisco Baeta Rebocho.

... la mayor llena (riada) conocida fue la de 1876, que en Mértola inundó la plaza, a más de 25 m del nivel medio del río, donde subsiste una lápida en el actual tribunal (antiguo edificio de los Paços do Concelho) y que reza así: "aquí vienen / una inundación diluvial / Guadiana / la terrible noche / 7 de diciembre de 1876." en diciembre de 1907 Mertolense, semanal progresiva recuerda también esta completo: "el tiempo era bueno, a pesar de los días anteriores han estado lloviendo algo, pero poco." (...) "a las 8 pm el río se produjo apenas el cuartel de los soldados de la guardia pululan impuestos construidas cerca del puerto de aterrizaje (...) allí un par de horas se había convertido en el gran muro que rodea la villa , haciendo de la calle D. Pedro V un canal y de la plaza Luiz de Camões un lago!". En las casas orilla izquierda cahiam por fundaciones, ya veces - fuerza suprema de la naturaleza - las paredes enteras arrancadas se arremolinaron y se alejaron flotando en la corriente como si fueran trozos de corcho simples (...) horrible,, inolvidable noche oscura. [1]

[1] El Mertolense 15 Dic 1.907 ( Mértola, Portugal).


...los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1876 este gran río padeció la mayor crecida de todos los tiempos, al menos desde el año 1603 en que se conocen mejor las referencias históricas. Todavía se encuentran en diversos edificios de Badajoz, Mértola y Sanlúcar del Guadiana placas indicativas de la insólita altura de agua alcanzada en esas fechas que, como se pudo comprobar en un estudio realizado por el CEDEX superó en 6,6 m a la de 1997 y en 2,5 m a la de marzo de 1947, que fue la mayor del siglo XX. Loureiro (Ref. 7) cita el expresivo telegrama que envió en esas fechas el Gobernador Civil de Badajoz a su Ministro: “El Guadiana se fué, ha llegado el Océano”.

Las crecidas del Tajo guardan estrecha relación con las del Guadiana y así sucedió en 1997 y en 1876.

Según los datos de la referencia nº 8, la mayor crecida conocida es la de 1876 que en el puente de Alcántara (Cáceres) tuvo una altura del orden de 35m (5 m para salvar las citaras).


El llenado de las cuencas de los grandes ríos portugués (españoles), son causadas por fuertes lluvias (mayor de lo normal) persistente en el tiempo. 

El otoño de 1876 fue extremadamente lluvioso y en un registro de tres meses (octubre, noviembre y diciembre) de precipitación acumulada, que busqué hace algunos años (en el siglo pasado ... años 80/90) en registros del IM, de estaciones disponibles ( Oporto, Lisboa y Évora) consiguieron la precipitación acumulada que para este período: 

Porto (Geofísica) - 1,281 mm / 3 meses 

Lisboa (Geofísica) - 818 mm / 3 meses 

Évora - 734 mm / 3 meses 

La obtención de los datos de las mismas estaciones de tiempo el tiempo española, en la frontera, sería un refuerzo información ... 


(2016) Paco Muñoz.

Reproduzco aquí una carta que figura en el Tomo II de Casos Raros ocurridos en la ciudad de Córdoba, escritos por varias personas y recopilados por Ángel María de Barcia y Pavón en Madrid 1906. Este libro de los casos raros empezó a escribirse en 1618. El obispo de Córdoba Pedro Salazar tenía el manuscrito original o por lo menos uno de los primitivos, y no se sabe la autoría del primer recopilador. El libro está editado en facsímil y es manuscrito, difícil de leer por la caligrafía por lo menos del tomo primero y del castellano en que está escrito.

Habla de la gran riada de diciembre de 1876, en un escrito-crónica con un estilo epistolar bastante peculiar, de la época, de una pluma de familia acomodada y aparentemente bastante religiosa. Culpa al río de todo y luego a la Purísima le agradece parar el temporal. ¿Pero entonces si lo paró, quién lo envío, o por qué no lo paró antes? La escribe un tal Aurelio y la envió a Roma no sabemos a quién si a su padre o a un hermano.

Estas riadas son un espectáculo siempre grandioso, pero con grandiosidad que espanta y terrorífica, y de resultados funestos para la vida de algunos desgraciados que por sus imprudencias o por actos de una caridad que los hace heroicos, sucumben y mueren de una manera que horroriza el pensarlo, y también funesto para las haciendas de las riberas y sus caseríos. Llevábamos tres años tan escasos de lluvias que los veneros estaban agotados, las arboledas muy castigadas y sin apenas savia para vivir y fructificar, la tierra como un ripio de seca, los arroyos que en todos tiempos llevaban corriente, secos cual las rocas, el río con dotación tan escasa que apenas si tenía agua para moler las piedras de los molinos; estábamos finalmente experimentando una sequía que prolongado un año más hubiera obligado a emigrar en busca de una región más favorecida por los riegos atmosféricos.

Dios que estrecha pero no estrangula ( y no digo ahoga porque ha estado en un tris que perezcamos todos ahogados;) y viva una andaluzada nos envió el temporal tan abundante de aguas, que no solo sirvió para llenar los veneros, savificar la arboleda acaudalar los arroyos y el río y humedecer la tierra hasta cuatro o cinco metros de profundidad, sino que además sirvió para volver a los arroyos ríos devasta superficie y gran fondo y  a los ríos mares improvisados y destructores. 

El cuatro del corriente a las 8 y media de la mañana empezó con un aguacero torrencial y duró en Córdoba hasta las cuatro de la tarde y hasta el día siguiente en varios puntos de la provincia. Después hasta el día 7, aunque con cortos intervalos de descanso, continuó cayendo agua abundante. El citado día 4 tuvimos al río por la tarde cubriendo los pelambres, crecida muy regular causada por solo la entrada de los arroyos de la sierra en sus proximidades a Córdoba.  El arroyo de Rabanales corriéndose por la alameda de Lope García se enlazó con el de Pedroches y éste desbordándose, inundó la huerta que hay cerca del puente y tomando las cunetas(?) de la carretera de Madrid descendió hasta pasar por delante del cementerio de San Rafael y unirse a las aguas del arroyo de las Piedras, que como recordarás pasa o cruza por debajo del humilladero del Campo de San Antón. Tanto Rabanales como Pedroches y las Piedras cometieron mil entuertos y desaguisados en las tierras que cubrieron al desbordarse y en los terraplenas de las vías férreas, que batieron en fuerza hasta inutilizarlos. 

El arroyo del Moro, que es el que desciende de la Cuesta de la Traición pasa entre las huertas de la sierra, cruza por el camino antiguo, que tantas veces hemos andado para ir a la Rizafa, llega al paseo de la Agricultura, entra en la Huerta de los Mínimos siguiendo a la del Rey y muere por cima del Molino de la Alegría, o sea entre éste y la Alameda del Corregidor. Este arroyo ha enriquecido su historia con un desbordamiento que inundó la vía férrea de Belméz, la estación de los ferrocarriles, la fabrica harinera de vapor que hay tras la estación y amenazó inundar el barrio del Matadero, no obstante la rotura de uno de sus vallados por la que yéndose cometió sus fechorías, se empeñó en darse cursos nuevos, tomando por la carretera de la Albaida, por el callejón de los Toros y por otras cuantas partes sin importársele un bledo los destrozos que hacía y los sembrados que desembraba.

Esto en los concerniente de los arroyos, más en lo que respecta al río te diré que hemos visto y presenciado una de las mayores crecidas de nuestro amado Betis. El día 6 tomando las aguas de los afluentes por la parte de Jaén y de Segura empezó a empinarse y subirse en zancos; al medio día solo se ven dos hiladas de piedra del murallón de la Ribera; a media tarde están ya cubiertas; a la oración (a las 9 de la tarde) penetra en la Ribera por el molino de Martos, las rampas y los desagües del paseo; a las 12 de la noche cubre los asientos de los poyos y sube cuatro dedos sobre el arranque bajo de los barandales; entra en la calle Consolación hasta las Cinco Calles y principio de la del Baño y de D. Rodrigo, aquí se une con la inundación de la calle Lineros, verificada por el caño de Vence-Guerra, anegando los bajos de todas aquellas casas y extendiendo sus aguas hasta el principio de la calle Candelaria. Por la Cruz de Rastro sube hasta el lugar donde estaban los Arcos y la Cruz.

De la parroquia donde fuimos bautizados, a las 11 y media de la noche es sacado el Depósito llegando las aguas a la cintura de sacerdote y acompañantes. Los arcos del puentes quedan cubiertos a excepción de los del centro que solo dejan ver media vara de boca. El río extendiendo sus aguas desbordadas por cima de las torronteras frente a las Peñas de San Julián, ocupa todos los llanos hasta los Visos, quedando el Campo de las Verdad inundado con una altura muy respetable del liquido encenagado, lo mismo sucede al cortijo del Arenal y al predio de huertas de la Fuensanta. Esta iglesia admite una vara de agua sobre su pavimento. 

Por la Carrera de la Fuensanta entra el río hasta cerca del Real de la Feria. La cloaca que conduce las aguas de los barrios de Sta. Marina y S. Lorenzo, rebienta (sic) cerca de la Puerta de Baeza y desaloja las aguas del río por la calle del Sol hasta la casa del Marqués de Benamejí. Varios hortelanos del pago de la Fuensanta, a quienes impidió la subida ponerse a salvo, son socorridos por un hombre que con ánimo decidido y muñecas de acero quía un barco contra las corrientes encontradas y poderosas de la inundación, recorre no sin grandes peligros y dificultades el pago de huertas y salva de una muerte segura a 47 personas e infinidad de cerdos. 

En la mañana de este mismo día 6 un guarda y un hijo suyo de 8 años, que quedaron aislados en Lope García son salvados  gracias a los heroicos esfuerzos de Amadeo Rodríguez y cuatro hombres valerosos y atrevidos que exponiendo sus propias vidas, van en busca de aquellos infelices, guiando un barco por el espacio de un kilómetro en la gran inundación de dicha alameda; a los infelices los encontraron con el agua hasta la cintura y embriagados y abatidos de congoja hasta el término de no poder hablar. Con ellos salvaron un perro grande y de temida reputación, dejándose el animal coger en brazos de sus salvadores para los que solo tuvo demostraciones del más vivo agradecimiento lamiéndolos y haciéndoles caricias, cuando en otras circunstancias los hubiera destrozado con su colmillos.

Varios y no pocos, de los habitantes del campo del Espíritu Santo desoyendo los consejos y la voz salvadora de las autoridades y demostrando su apego a su hacienda o muebles y enseres de sus casas, excesivo e inconcebible en circunstancias tan criticas para su vida, dejan de refugiarse en la ciudad cuando aún les era posible y permanecieron en su barrio no obstante conocer que el río crece y aumenta, que la riada entra ya por todas las calles y tiene cortadas todas las comunicaciones con la campiña y próxima a cerrarse la del puente. 

Estos infelices cuando ven sus casas y todo el barrio invadido por las aguas, cuando la noche extiende su oscuridad y la inundación sube más y más se sienten poseídos de un pavor tan grande que empiezan a pedir con ayes y gritos un auxilio para salvar sus vidas, que por la oscuridad era de todo punto imposible prestárselo. En esta noche triste e imponente llueve a cántaros y la rejuela de S. Lorenzo, no dando paso a las aguas por no admitirlas el río, deja  que crezcan los arroyos y que penetren en las habitaciones bajas de las casas de aquel barrio, de las que con peligro, son retiradas muchas personas cuando en sus habitaciones  media la inundación un metro de altura.El día 7 amanece y el río se conserva invadiendo el Campo de la Verdad, la Ribera y las calles indicadas. Los aislados en el barrio del Espíritu Santo han izado una sabana como bandera reclamando auxilio eficaz y pronto. Desde el puente, por cima del arranque de la Calahorra se lanzan unos cuantos barcos contra las deshechas y fuertes corrientes que a causa de las calles y desviaciones se producen  en el barrio, y a fuerza de brazos y de inteligencia penetran en las calles y recogen las personas aisladas. Muchos habían pasado la noche en los tejados; a muchos refugiados en la Iglesia, punto más elevado y en donde la riada dejó la señal de su altura en el tercer escalón de la portada; con gravísimo peligro lograron abastecerlos de panes y quesos.

En la madrugada el tren mixto ascendente de Málaga al entrar en el puente de hierro del Guadalquivir, cubierto hasta los raíles, descarrila y la máquina y dos vagones caen al río sepultándolos la aguas; por fortuna solo un niño de tres años es la víctima de este desastre; acaso a su madre azorada al tirarse del tren al avía, se le marcharía el hijo de entre sus brazos y caería por el terraplén hasta las aguas.

A la oración desciende el río hasta el nivel del paseo de la Ribera; durante la noche baja dos varas; el día de la Purísima en el que gracias a ella amanece despejado el cielo y huido el temporal, baja otras dos varas; el 9 al medio día descubren los Pelambres las bocas de sus pozos altos, y ayer 10, el río camina sosegado y tranquilo con una vara de agua más de su ordinaria dotación y sin conciencia ni remordimiento del robo que ha hecho a las empresas de los ferrocarriles llevándose 175.000 traviesas (o duros) que estaban depositadas en Menjíbar y en Córdoba en una altura de 15 metros y a una distancia de trescientos del nivel ordinario de las aguas del río; sin conciencia ni remordimiento de las muchas heredades y fincas que ha destrozado; muchos animales grandes y chicos tales como yeguas, mulos, credos, lagartos y culebras que ha sofocado y arrastrado; los muchos chozos y zahúrdas que ha llevado al mar; y por último, y es lo más sensible, las personas que ha hecho victimas de su enfurecida creciente. De estas sabemos de 4; un barquero en Almodóvar, el niño ya nombrado y dos que en un barco caminaba a su segura perdición.

En las calles, las casas y en el barrio ha dejado un barro o limo que dará bastante trabajo su limpieza. El Triunfo y los tejados y la torre de la Catedral han servido de miradores para que los cordobeses desparramaran su vista por el vasto espacio ocupado por la crecida; pocos habrán dejado de acudir a esos miradores siempre cuajados de curiosos. Nuestro hermano Rafael, continuamente ha estado visitando todos los puntos invadidos, viniendo cada día dos o tres veces a mudar su pantalones y cazado, chorreando agua y lodos; papá cuando salía de la oficina y comía, tomaba el camino del río; mamá las niñas; Antonia, Francisca y yo también nos hemos puesto chorreando por curiosear la crecida. Se concluyó gracias a Dios y él quiera que no volvamos a presenciar espectáculo tan imponente y terrible.

En Sevilla según noticias de un viajero que vino ayer en el primer tren, después de cuatro o cinco días de estar incomunicados con esa capital, porque las aguas han penetrado hasta la plaza de San Francisco y la calle Sierpes, el barrio de Triana fue desde un principio inundado, y toda su vega. Ya iremos recibiendo noticias de lo que se ha permitido hacer en su broma nuestro río por los pueblos y capitales que cruza.

(De una carta de mi hijo Aurelio fechada el 11 de diciembre de 1876 recibida en Roma cinco días después)".


http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/consulta/resultados_busqueda_restringida.cmd?idOrigen=30156&tipoResultados=&busq_periodo=1877&descrip_periodo=1877

Puente antes de la riada de 1876.
Puente antes de la riada de 1876.